Mi Fe

  ¿En qué creo?.

 
	Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem cæli et terræ, visibilium omnium et invisibilium. 
	
	Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum, ante omnia sæcula.
	Deum de Deo, Lumen de Lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. 
	Qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de cælis.
	
	Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. 
	Crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato; passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundem Scripturas, et ascendit in cælum, sedet ad dexteram Patris.
	Et iterum venturus est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. 
	
	Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit.
	Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per prophetas. 
	
	Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam.
	
	Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et exspecto resurrectionem mortuorum, et vitam venturi sæculi. Amen. 
	

  ¿Cómo es que no he vendido todo lo que es de mi propiedad y no se lo he dado a los pobres?.

	Parte central de ser Católico, consiste en aceptar la realidad en el sentido de entender que además de mis opiniones, existen verdades objetivas
	y absolutas. En términos de doctrina, entiendo entonces que es un error creer mis propias fantasías sobre lo que significa la Sagrada Biblia, y es también
	un error, por ejemplo, leer una línea de los Evangelios e interpretarlos ignorando la tradición oral de la Iglesia fundada por Cristo.
	
	Ireneo de Lyon, conocido como San Ireneo, discípulo de Policarpo, obispo de Esmirna, a su vez discípulo de Juan, Apóstol de Jesucristo me dice lo siguiente:
		«Y como la Ley desde antaño había enseñado a los seres humanos que debían seguir a Cristo, éste lo aclaró a aquel que le preguntaba 
	qué debía hacer para heredar la vida, respondiendo: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". 
	Y como él le preguntase: "¿Cuáles?", el Señor continuó: "No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, 
	honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,17-19). De este modo exponía por grados los mandamientos de la Ley, 
	como un ingreso a la vida para quienes quisieran seguirlo: diciéndoselo a uno, se dirigía a todos. 
		
		Y, habiéndole él respondido: "Todo esto he cumplido" -aunque tal vez no lo había hecho, pues le había dicho: "Guarda los mandamientos"-, 
	Jesús lo probó en sus apetitos, diciéndole: "Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y luego ven y sígueme"» 
		
		...«Y como distribuir entre los pobres lo que se posee, deshace las viejas avaricias, Zaqueo puso en claro: "Desde hoy doy la mitad de mis bienes a los pobres, 
	y si en alguna cosa he defraudado a alguno, le devuelvo cuatro veces más" (Lc 19,8).» (Contra Herejes Libro 4, Capítulo 12).
	
	Jesús Ben Sirá, me dice:
		«El que es tacaño con sigo mismo, ¿con quién es generoso?, ni siquiera consigue disfrutar de sus propios bienes. 
	Nadie es peor del que se tortura a sí mismo, esa es la paga de su maldad»
		
		«El avaro nunca está satisfecho con su suerte, pues la avaricia seca el alma. El avaro hasta el pan escatima, y en su propia mesa pasa hambre.
	Hijo, en cuanto te sea posible, trátate bien, y presenta dignamente tus ofrendas al Señor».
		
		«No te prives de pasar un día feliz, no dejes escapar un deseo legítimo».
		
		«No te aficiones a la buena vida, ni te dejes atrapar en sus redes. No te arruines festejando con dinero prestado, cuando tienes la bolsa vacía.
	Un obrero bebedor nunca se hará rico, el que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco se arruinará».
		
		«No maltrates al criado que cumple con su trabajo, ni al jornalero que se entrega a su faena. 
	Ama al siervo inteligente como a ti mismo, y no le prives de la libertad. 
	¿Tienes rebaños? Cuídalos; y si te dan ganancias, consérvalos». (Eclesiástico)
	
	Por sucesión apostólica, Su Santidad el Papa Benedicto XVI, me dice lo siguiente:
	«La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no redime, 
	aunque sea cierto que los despreciados de este mundo pueden contar, de un modo especial, con la bondad de Dios. 
	Pero el corazón de los que no poseen nada puede endurecerse, envenenarse, ser malvado, 
	estar lleno interiormente por el afán de poseer, olvidándose de Dios y codiciando sólo los bienes exteriores» (Jesús de Nazaret).
	
	San León, llamado Magno, Doctor de la Iglesia Católica y Papa, me dice:
	«Y así dice: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos".
	Podría no entenderse de qué pobres hablaba la misma Verdad, si, al decir: "Dichosos los pobres", no hubiera añadido 
	cómo había de entenderse esa pobreza; porque podría parecer que para merecer el reino de los cielos basta la simple miseria 
	en que se ven tantos por pura necesidad, que tan gravosa y molesta les resulta. Pero, al decir dichosos los pobres en el espíritu, 
	da a entender que el reino de los cielos será de aquellos que han merecido más por la humildad de sus almas que por la carencia de bienes» (Sermón 95,1-2).
	

  ¿Cómo es que no omito la Ley de Moisés para los judíos y los Profetas del Antiguo Testamento, si Jesús los abolió?

   Más aún, ¿con qué libertad leo las obras escritas de los rabinos judíos ortodoxos y veo sus videos?

	Siguiendo la tradición católica, San Irineo me dice lo siguiente:
		«Que nadie se confunda con las palabras del Señor, cuando puso en claro que la Ley no viene de otro Dios, 
	cuando afirmó para instruir a la multitud y a los discípulos: 
		
		"En la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos: haced y observad todo cuanto os dijeren, 
	mas no actuéis según sus obras; pues ellos dicen y no hacen. Atan fardos pesados y los cargan sobre los hombros de los hombres, 
	pero ellos ni con un dedo quieren moverlos" (Mt 23,2-4). 
		
		No criticaba la Ley que por medio de Moisés se había promulgado, puesto que los movía a observarla mientras Jerusalén estuviese en pie; 
	pero sí reprendía a aquellos que proclamaban las palabras de la Ley, y sin embargo no se movían por el amor, y por eso cometían injusticia contra Dios y el prójimo.
		
		...«El Señor no abolió los preceptos naturales de la Ley, por los cuales se justifica el ser humano, los cuales incluso guardaban antes de la Ley 
	aquellos que fueron justificados por la fe y agradaban a Dios; por el contrario, los amplió y llevó a la perfección (Mt 5,17), 
	como lo muestran sus palabras: "Se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo os digo: todo aquel que viere a una mujer para desearla, 
	ya ha cometido adulterio con ella en su corazón" (Mt 5,27-28). Y añadió: "Se ha dicho: No matarás. Pero yo os digo: 
	todo el que sin motivo se enoje contra su hermano, es reo de juicio" (Mt 5,21-22). 
	Y: "Se ha dicho: No perjurarás. Pero yo os digo que no debéis jurar en absoluto. 
	Que vuestras palabras sean: Sí, sí, y no, no" (Mt 5,33-34,37). Y otras cosas parecidas.
		
		Todos esos mandatos no contradicen ni anulan los antiguos, como andan vociferando los marcionitas; sino que los amplían y perfeccionan, 
	como él dijo: "Si vuestra justicia no fuese mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 5,20). 
	¿Qué significaba mejor? En primer lugar, no creer sólo en el Padre, sino también en el Hijo que ya se había manifestado: 
	pues éste es el que conduce al ser humano a la comunión y unidad con Dios.
	En segundo lugar, no sólo decir, sino actuar -pues ellos decían y no hacían (Mt 23,3)-, y no sólo abstenerse de obrar mal, sino también de desearlo. 
	No enseñaba estas cosas para contradecir la Ley, sino para cumplirla y hacer que la justificación de la Ley fuese eficaz en nosotros. 
	Hubiese sido contrario a la Ley que él hubiese ordenado a sus discípulos hacer algo que ella prohíbe. 
	En cambio, disponer que no sólo se abstengan de lo que prohíbe la Ley, sino también de desearlo, no es contrario a ella ni la anula, como antes dijimos, 
	sino que la cumple, amplía y desarrolla.»
		
		...«Como antes dijimos, todas estas cosas no destruyen la Ley, sino que la cumplen, la extienden y la amplían en nosotros, en cuanto decimos que 
	es más digno obrar por libertad, lo que muestra un afecto y sumisión a nuestro liberador más arraigados en nosotros. 
	Porque Él no nos ha liberado para que nos separemos de Él 
	-pues nadie que se aparte de los bienes del Señor puede adquirir por sí mismo el alimento de la salvación-; 
	sino para que, habiendo recibido más dones suyos, más lo amemos; 
	pues mientras más lo amemos, recibiremos de él mayor gloria cuando estemos para siempre en presencia del Padre.» (Contra Herejes Libro 4, Capítulo 12).
	
	Rezamos Nuestro Santo Rosario contemplando, según el cuarto de los Misterios Gozosos, la Presentación de Nuestro Señor Jesucristo en el Templo de Jerusalén,
	en cumplimiento de la ley judía; celebramos la Circuncisión de Nuestro Señor el primero de enero 
	como lo ordenó Dios Padre a Abraham y también a los judíos mediante Moisés,
	y de Nuestro Señor aprendimos qué líneas de la Torá, y en especial del Levítico (Vaikra) y del Deuteronomio (Devarim), son las más importantes cuando dijo:
	«El primero es: "Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, un solo Señor es. Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, 
	y con toda tu mente, y con toda tu fuerza. El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No existe mandamiento mayor que éstos» (San Marcos, Capítulo 12.)
	Resulta útil leer la Torá y los libros más representativos de los rabinos, para disminuir las ambigüedades y entender los mandamientos de Jesús, nuestro Señor, 
	con objetividad como ejemplarmente lo hizo Su Santidad Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger de lo cual tenemos como testimonio su libro « Jesús de Nazaret».
	

  ¿Cómo uso mi juicio? ¿Desobedezco «no juzgues y no serás juzgado»? ¿No es incompatible perder la capacidad de juzgar con la vida real?

	Correcto, es incompatible perder la capacidad de juzgar con alejarse del mal y perseguir el bien, y darle una interpretación parcial o subjetiva 
	acorde con mis sentimientos en las circunstancias, es una equivocación. La lectura de «no juzguéis, y no seréis juzgados» 
	se completa con Levítico, capítulo 19, línea 15:
		«Siendo juez no hagas injusticia, ni en favor del pobre, ni, por respeto al grande. Juzgarás a tu prójimo según justicia.
	No andes sembrando calumnias por entre tu pueblo; no te cruces de brazos cuando esté en peligro la vida de tu prójimo. Yo soy Yahvé.
	No odies en tu corazón a tu hermano, pero reprende a tu prójimo, para que no lleves pecado por él. 
	No tomarás venganza, ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Yahvé»,
	
	con San Juan, capítulo 7, línea 24
		«No juzguéis según las apariencias, sino que vuestro juicio sea justo»,
	
	con Éxodo, capítulo 23, línea 2:
		«No sigas a la muchedumbre para hacer el mal, ni depongas en una causa inclinándote hacia la mayoría para torcer (la justicia). 
	Tampoco favorecerás al pobre en su pleito»,
	
	con San Mateo, capítulo 18, línea 15
		«Si tu hermano peca [contra ti] repréndelo entre ti y él solo; si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 
	Si no te escucha toma todavía contigo un hombre o dos, para que por boca de dos testigos o tres conste toda palabra. 
	Si a ellos no escucha, dilo a la Iglesia. Y si no escucha tampoco a la Iglesia, sea para ti como un pagano y como un publicano»,
	
	con Deuteronomio, capítulo 19, línea 15
		«Un solo testigo no vale contra un hombre acusado de cualquier delito o pecado, cualquiera que sea el pecado que haya cometido. 
	Por el testimonio de dos testigos, o por el testimonio de tres testigos, se decide la causa»,
	
	con el libro Eclesiástico de Jesús Ben Sirá, capítulos 18 y 19:
		«Pregunta a tu amigo: quizá no haya hecho nada, y si acaso lo ha hecho, para que no reincida.
	Pregunta a tu prójimo: quizá no haya dicho nada, y si acaso lo ha dicho, para que no lo repita. 
	Pregunta a tu amigo: muchas veces son calumnias, no creas todo lo que se dice.
	A veces uno resbala sin querer, y ¿quién no ha pecado nunca con la lengua?
	Pregunta a tu prójimo, antes de censurarle, y obedece a la ley del Altísimo».
		
		«Antes de hablar, infórmate; antes de caer enfermo. cuídate.
	Antes de juzgar, examínate a tí mismo, y el día del juicio encontrarás perdón».
	
	con San Lucas, capítulo 17, línea 3
		«Si uno de tus hermanos llega a pecar, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo».
	
	San Irineo me dice:
	«Por eso dijo el Señor: "No juzguéis y no seréis juzgados; pues con el mismo juicio con que juzguéis seréis juzgados" (Mt 7,1-2). 
	No enseña que debamos abstenernos de corregir al que peca ni que estemos de acuerdo con quienes obran mal;
	sino que evitemos juzgar injustamente las Economías de Dios, puesto que él prefiguró todo de manera justa» (Contra Herejes Libro 4, Capítulo 28).
	
	Una homilía clara al respecto, del  Pbro. Lic. Carlos Humberto Spahn puede encontrarla en este enlace
	

  ¿Y sacarse un ojo? ¿Cortarse una mano? ¿Poner la otra mejilla? ¿Ir 3 kilómetros si me obligan a ir 1.5?

   ¿Busco que me insulten? ¿Es ése mi propósito? ¿Debo poner mi vida en riesgo? ¿Debo permitir que me abusen repetidamente?

	Las líneas «si alguien te da una cachetada en la derecha, voltéate y muéstrale la otra mejilla» y «a quien te fuerce una milla, ve con él dos» 
	se completan con Levítico, Capítulo 19 y San Marcos Capítulo 12
	«Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
	
	con el Catecismo de la Iglesia Católica en su Tercera Parte, artículo 5, sección 2263 
		«La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el homicidio voluntario.
	"La acción de defenderse [...] puede entrañar un doble efecto: 
	el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7). 
	"Nada impide que un solo acto tenga dos efectos, de los que uno sólo es querido, 
	sin embargo el otro está más allá de la intención" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7).
		
		El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. 
	El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal:
	"Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita. 
	Pero si se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción sería lícita [...] 
	y no es necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada a fin de evitar matar al otro, 
	pues es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7).
		
		La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. 
	La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar prejuicio. 
	Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, 
	a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad»
   	
	con la prohibición de asesinar (Lo Tirtzach) en Éxodo 20, que corresponde a la práctica desordenada de la defensa personal: cometer adulterio corresponde a 
	tener sexo desordenadamente, asesinar corresponde a matar desordenadamente,
	
	con San Mateo, Capítulo 5
		«Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano «racá» merece el sanhedrín;
	quien le dice "necio" merece la gehenna del fuego».
	
	con Eclesiástico capítulos 4, 8, 9, 10 y 12:
		«Haz el bien al humilde, pero no des nada al malvado; 
	niégale el pan, no se lo des, porque podría utilizarlo para dominarte, y tú recibirías el doble de mal por el bien que le habrías hecho.»
	
		«Mantente lejos del hombre que tiene poder para matar, y no tendrás que temer a la muerte. Si te acercas a él, no te descuides, no sea que te quite la vida».
	
		«No te sometas ante el insensato, ni tengas miramientos con el poderoso. Lucha por la verdad hasta la muerte, y el Señor combatirá por ti.» 
	«No discutas con el charlatán, no eches más leña al fuego. No bromees con el insensato, no sea que insulte a tus padres.» 
	«No te encares con el insolente, no sea que te haga caer en la trampa de tus propias palabras.»
	«No prestes a uno más fuerte que tú...No salgas fiador por encima de tus posibilidades»
	«No vayas de viaje con un temerario, no sea que te complique la vida, porque él actuará según su capricho, y a causa de su locura te perderás con él.
	No entables pelea con un violento, ni atravieses con él el desierto, porque para él la vida no tiene valor, y cuando estés indefenso, te matará.
	No pidas consejo a un insensato, porque es incapaz de guardar el secreto. 
	Delante de un extraño no hagas nada secreto, porque no sabes lo que inventará después.
	No abras tu corazón a cualquiera, no sea que se aproveche.»
		
		«Hijo, ten una moderada estima de tí mismo, valórate en la justa medida. ¿Quén protegerá al que peca contra sí mismo?
	¿Quién respetará al que se desprecia a sí mismo?».

	Siguiendo la tradición católica, Juan de Antioquía, llamado «Crisóstomo», obispo de Constantinopla desde el año 398, padre de la Iglesia y Santo, me dice lo siguiente: 
	«Por lo cual decía Cristo: Yo no he venido a traer paz a la tierra, sino espada. Porque hay una concordia que es mala y una discordia que es buena. 
	Los que edificaban la torre de Babel concordes andaban, pero en daño suyo; y a su pesar, pero para provecho de los mismos fueron divididos. 
	Coré malamente concordaba con sus compañeros y por esto justamente fueron separados del pueblo.	También Judas malamente se avino con los judíos. 
	De modo que puede haber una discordia buena y una concordia mala. Por lo mismo dijo Cristo: 
	Si tu ojo te escandaliza, sácalo y arrójalo; y a tu pie córtalo. Ahora bien, si es necesario cortar un miembro malamente discordante 
	¿acaso no es más conveniente apartarse y arrancarse de amigos malamente concordes? En resumidas cuentas, 
	que no siempre es buena la concordia ni siempre es mala la discordia. Digo esto para que huyamos de los malos y nos unamos a los buenos. 
	Si cortamos los miembros podridos que ya no tienen curación para que no destruyan el resto del cuerpo; y no lo hacemos por desprecio del miembro, 
	sino para conservar sanos los demás	¿cuánto más debemos hacerlo con los que malamente nos están unidos? 
	Si pudiéramos no recibir de ellos daño porque se enmendaran, deberíamos intentarlo con todo empeño;	pero si son incorregibles y nos dañan, 
	es indispensable cortarlos y arrojarlos de nosotros. Con esto ellos mismos sacarán con frecuencia mayor ganancia.»(Homilía  LVI (LV))	

	Al respecto, las enseñanzas verbales de Nuestro Señor, se completan con sus enseñanzas ejemplares
		«se levantaron, y, echándolo fuera de la ciudad, lo llevaron hasta la cima del monte, sobre la cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo. 
	Pero Él pasó por en medio de ellos y se fué» (Lucas, 4)
	
		«Y haciendo un azote de cuerdas, arrojó del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. 
	Y a los vendedores de palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado"» (Jn, 2)
	
		«Entonces tomaron piedras para arrojarlas sobre Él. Pero Jesús se ocultó y salió del Templo» (Jn, 8)
	
		«Entonces trataron de nuevo de apoderarse de Él, pero se escapó de entre sus manos» (Jn, 10)
	
		«Desde aquel día tomaron la resolución de hacerlo morir. Por esto Jesús no anduvo más, ostensiblemente, entre los judíos, sino que se fué 
	a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y se quedó allí con sus discípulos» (Jn, 11)
	
		«De nuevo los judíos recogieron piedras para lapidarlo. Entonces Jesús les dijo: "Os he hecho ver muchas obras buenas, que son de mi Padre. 
	¿Por cuál de ellas queréis apedrearme?"» (Jn, 10)
	
		«A estas palabras, uno de los satélites que se encontraba junto a Jesús, le dió una bofetada, 
	diciendo: "¿Así respondes Tú al Sumo Sacerdote?" Jesús le respondió: 
	"Si he hablado mal, prueba en qué está el mal; pero si he hablado bien ¿por qué me golpeas?"» (Jn, 18)
   

  ¿Es moral la propiedad privada? ¿Es sensato ser Cristiano, poseer propiedad privada y anhelar la Paz con Dios?

	Su Santidad Juan Pablo II, en su Carta Encíclica «Centesimus Annus», dirigida a los hermanos en el Episcopado, al Clero, a las familias religiosas,
	a los fieles de la Iglesia Católica, y a todos los hombres de buena voluntad, habla de manera directa al respecto, según la tradición:
		«Ahondando ahora en esta reflexión y haciendo referencia a lo que ya se ha dicho en las encíclicas Laborem exercens y Sollicitudo rei socialis,
	hay que añadir aquí que el error fundamental del socialismo es de carácter antropológico... De esta errónea concepción de la persona 
	provienen la distorsión del derecho, que define el ámbito del ejercicio de la libertad, y la oposición a la propiedad privada. 
	El hombre, en efecto, cuando carece de algo que pueda llamar "suyo" y no tiene posibilidad de ganar para vivir por su propia iniciativa, 
	pasa a depender de la máquina social y de quienes la controlan,	lo cual le crea dificultades mayores para reconocer su dignidad de persona 
	y entorpece su camino para la constitución de una auténtica comunidad humana.

		Por el contrario, de la concepción cristiana de la persona se sigue necesariamente una justa visión de la sociedad. 
	Según la Rerum novarum y la doctrina social de la Iglesia, la socialidad del hombre no se agota en el Estado, 
	sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales, políticos y culturales, 
	los cuales, como provienen de la misma naturaleza humana, tienen su propia autonomía, sin salirse del ámbito del bien común.»
	
		...«Si luego nos preguntamos dónde nace esa errónea concepción de la naturaleza de la persona y de la «subjetividad» de la sociedad, 
	hay que responder que su causa principal es el ateísmo».
	
	Y Su Santidad León XIII, en su Carta Encíclica «Rerum Novarum», hablando sobre la pobreza material, nos escribe que 
	
		«Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, 
	estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación. 
	Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos,
	se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; 
	y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones.

		Sin duda alguna, como es fácil de ver, la razón misma del trabajo que aportan los que se ocupan en algún oficio lucrativo 
	y el fin primordial que busca el obrero es procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya. 
	Si, por consiguiente, presta sus fuerzas o su habilidad a otro, lo hará por esta razón: para conseguir lo necesario para la comida y el vestido; 
	y por ello, merced al trabajo aportado,	adquiere un verdadero y perfecto derecho no sólo a exigir el salario, sino también para emplearlo a su gusto. 
	Luego si, reduciendo sus gastos, ahorra algo e invierte el fruto de sus ahorros en una finca, con lo que puede asegurarse más su manutención, 
	esta finca realmente no es otra cosa que el mismo salario revestido de otra apariencia, y de ahí que la finca adquirida por el obrero de esta forma 
	debe ser tan de su dominio como el salario ganado con su trabajo. Ahora bien: es en esto precisamente en lo que consiste, como fácilmente se colige, 
	la propiedad de las cosas, tanto muebles como inmuebles. Luego los socialistas empeoran la situación de los obreros todos, en cuanto tratan de transferir 
	los bienes de los particulares a la comunidad, puesto que, privándolos de la libertad de colocar sus beneficios, con ello mismo 
	los despojan de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de procurarse utilidades».
	
	Un buen artículo sobre le tema, lo encuentra  aquí.
	

¿Jesús creó todo? ¿Por qué no creo en El Creador?

	Sí hay un Creador. Es la primera línea del Credo. Al respecto, San Irineo me dice:
		«Si, por ejemplo, alguien busca el motivo por el cual sólo el Padre conoce el día y la hora, aunque todo le comunica a su Hijo, el mismo Señor lo ha dicho,
	y nadie puede inventar otro sin riesgo (de equivocarse), porque sólo el Señor es el Maestro de la verdad; y él nos ha dicho que el Padre está sobre todas las cosas, 
	pues dijo: "El Padre es mayor que yo" (Jn 14,28). El Señor, pues, ha presentado al Padre como superior a todos respecto a su conocimiento,
	a fin de que nosotros, mientras caminamos por este mundo (1Co 7,31), dejemos a Dios el saber hasta el fondo tales cuestiones; 
	porque si pretendemos investigar la profundidad del Padre (Rm 11,33), 
	corremos el peligro de preguntar incluso si hay otro Dios por encima de Dios.» (Contra Herejes Libro 2, Capítulo 25).
	
		«El Padre sostiene al mismo tiempo toda su creación y a su Verbo; y el Verbo que el Padre sostiene, concede a todos el Espíritu, según la voluntad del Padre: 
	a unos en la creación misma les da el (espíritu) de la creación (383), que es creado; a otros el de adopción, esto es, el que proviene del Padre, 
	que es obra de su generación. Así se revela como único el Dios y Padre, que está sobre todo, a través de todas y en todas las cosas. 
	El Padre está sobre todos los seres, y es la cabeza de Cristo (1Co 11,3); por medio de todas las cosas obra el Verbo, que es Cabeza de la Iglesia; 
	y en todas las cosas, porque el Espíritu está en nosotros, el cual es el agua viva (Jn 7,38-39) que Dios otorga a quienes creen rectamente en él y lo aman, 
	y saben que "uno sólo es el Padre, que está sobre todas las cosas, por todas y en todas" (Ep 4,6).» (Contra Herejes Libro 5, Capítulo 13).
	

¿Cómo es que soy católico sin entender muchas cosas? Lo normal es que uno lo sepa todo.

		«alguno le gusta discutir y contradice lo que dijimos sobre las palabras del Apóstol: "Conocemos parcialmente y parcialmente profetizamos" (1Co 13,9), 
	soñará haber recibido la gnosis total y no sólo parcial, como Valentín, Ptolomeo, Basílides o alguno
	de aquellos que pretenden haber investigado las profundidades de Dios (1Co 2,10). Que en vez de presumir con arrogancia, 
	adornándose con la gloria de conocer más que los demás las cosas invisibles e inefables, mejor se dedique a investigar con diligencia 
	tantas cosas de este mundo que no conocemos, como por ejemplo cuántos cabellos tiene en su cabeza, cuántos pájaros se cazan cada día, 
	y otras muchas que ni siquiera se nos ocurren: que se las pregunten a su Padre y nos las expongan, a fin de que podamos creerles 
	cuando hablan de los misterios más elevados. Porque ni siquiera acerca de cosas que tenemos en las manos, bajo los pies y ante los ojos en la tierra, 
	por ejemplo la providencia sobre los cabellos de su cabeza, saben nada esos que presumen de perfectos, 
	¿cómo les vamos a creer cuando tratan de convencernos vanamente de cosas espirituales y supracelestes, y de aquellas que sobrepasan a Dios?»
	
		...«Pues es mejor y más provechoso para uno ser ignorante o de poca ciencia, si se acerca a Dios por la caridad hacia su prójimo, 
	que imaginarse saber mucho y ser perito en muchas cosas hasta blasfemar de Dios inventando a otro Dios y Padre. 
	Por eso Pablo exclamó: "La ciencia infla, la caridad edifica" (1Co 8,1). No es que condenara el verdadero conocimiento de Dios, 
	porque si así lo hiciera se condenaría a sí mismo; sino que, sabiendo que algunos, con ocasión de la ciencia, 
	se enorgullecían hasta apartarse del amor de Dios, y sin embargo se tenían a sí mismos por perfectos, inventaban a un Demiurgo imperfecto 
	como producto de su ciencia; por eso dijo: "La ciencia infla, la caridad edifica".» (Contra Herejes Libro 2, Capítulo 25).

	

  ¿Qué es la Iglesia? ¿Por qué hay Misas en Latín?

	La Iglesia Católica no la fundó Martín Lutero, ni Kiko Argüello sino que tiene más de dos mil años. Una buena explicación la encuentra aquí y aquí.
	

  Algo adicional.¿Qué es el amor?

	Una buena explicación la encuentra aquí.
	

   Por hacer hoy: Dale gracias a Dios por todo, escribe una lista de las cosas por las que estás agradecido, reza el Santo Rosario., lee la Liturgia de las Horas y lee mi libro sobre Los bienes materiales de la familia cristiana.